lunes, 22 de noviembre de 2010

Mi más querido némesis

No te deseo ningún mal, pero aprecio muy cercana tu caída, irremediablemente reservada a quien se aboca al cultivo de raigambres envenenadas por la soberbia
No pierdo energías en sufrir, sin embargo se me retuerce el estomago cada vez que sé algo nuevo de ti y tus tentáculos se extienden hasta mi ventana

Mentiría si dijera que los sueños interrumpidos suceden porque a nuestro destino se le antoja. Sin embargo esta vez me retuerzo en el gozo masoquista de quien ve un cielo encapotarse y asiste imperturbable a que la lluvia calcifique su piel.
Me libero de tus exabruptos, que tan hondamente me sumergieron en el lodo. De la desconfianza y el desprecio. Desato mi orgullo sangrante que cicatriza a ojos vista y remueve mi latente fuego interno.

Supone tu codicia el acicate necesario para respirar hondo y sentir el suelo bajo mis pies, que me apresto a pisar con firmeza y realismo.
Supone además el empuje necesario que me inspira y refugia en mis ilusiones, crecientes y fortalecidas por la novedad de sentirse libres

Punto final... respiro, tomo impulso y crezco... Hasta la vista, mi más querido némesis

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